La Voz del Maestro
Una reflexión desde el corazón del Kung Fu
Escucha, discÃpulo.
Muchos creen que han venido a mà para aprender a defenderse.
Otros, que al mover los brazos, repetir técnicas o levantar la pierna con precisión, están dominando el arte del Kung Fu.
Pero déjame decirte esto con claridad: si tus movimientos no están conectados con tu alma, entonces solo estás imitando una forma vacÃa.
El Kung Fu está en todo lo que haces.
Está en cómo caminas, en cómo respiras, en cómo respondes cuando te sientes herido, humillado o cansado, está en cómo tratas a los demás.
Está en cómo recoges tu chaqueta, en cómo saludas a los demás, en cómo enfrentas la vida sin violencia en el corazón.
¿Por qué necesitas un maestro?
Porque sin guÃa, tu energÃa se desborda.
Porque el ego susurra que ya sabes, que ya entiendes…
Y sin alguien que haya caminado antes el camino, te perderás creyendo que has llegado.
El maestro no está para imponerte su voluntad.
El maestro está para ver lo que tú no ves, para recordarte quién puedes ser, y para exigirte lo que tú aún no puedes exigirte a ti mismo.
Yo no enseño solo movimientos.
Enseño disciplina, paciencia, control… y silencio.
Porque hay cosas que solo se entienden cuando uno ha limpiado el ruido interior.
El discÃpulo verdadero
Tú no vienes a aprender a pelear con los demás.
Vienes a pelear con tu flojera. Con tu miedo. Con tu reacción impulsiva.
Vienes a aprender a quedarte quieto cuando todo dentro de ti quiere explotar.
El verdadero discÃpulo no es el que obedece todo sin pensar, sino el que escucha con humildad, observa con atención y transforma con constancia.
Cada dÃa es entrenamiento. Cada acción, una prueba.
El vÃnculo sagrado
La relación entre maestro y discÃpulo no es como la del alumno con el profesor.
Es un lazo más profundo, silencioso.
Hay un momento en que el maestro no habla, pero el discÃpulo ya entiende.
Hay un instante en que una sola mirada basta para transmitir una enseñanza que el cuerpo aún no comprende, pero el alma ya asiente.
Tú, que me escuchas, recuerda esto:
El maestro solo aparece cuando el discÃpulo está preparado para dejar de huir de sà mismo.
Y el maestro verdadero nunca te enseñará a depender de él…
sino a encontrarte contigo mismo y a volverte maestro de tu propia vida.
🧠Reflexión final
Si tienes la dicha de encontrar un verdadero maestro —no lo idolatres, ni lo idealices—
agradece en silencio, entrena con humildad y honra su presencia superándote cada dÃa.
Porque un dÃa, quizás, tú también serás guÃa de otro corazón que camina perdido…
y recordarás que todo comenzó con una chaqueta, una mirada firme… y una voz que no solo enseñaba a mover el cuerpo, sino a despertar el alma.
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