Oh discípulo de la razón,
siéntate a mi lado y escucha con atención, porque hoy te hablaré de una verdad que, si la comprendes, te hará libre.
Muchos vienen a mí con el rostro abatido, cargando penas, angustias y desesperación. Creen que sufren porque han perdido algo, porque otros los han herido, o porque el destino les ha sido adverso. Pero yo te digo: no sufres por lo que pasa, sino por lo que piensas de lo que pasa.
El ladrón puede llevarse tus pertenencias, pero no puede tocar tu juicio. El tirano puede atarte el cuerpo, pero no puede encadenar tu alma si tú no lo permites. La vida puede arrebatarte aquello que amas, pero no puede obligarte a sufrir por ello, a menos que tú decidas pensar que eso es un mal.
¿Y qué es el mal, sino una opinión tuya sobre lo que no comprendes?
¿Y qué es el sufrimiento, sino un grito de tu mente que se aferra a lo que ya no está o teme lo que aún no ha llegado?
Tú eres el artífice de tu tormento. Has convertido pensamientos pasajeros en verdades absolutas. Has confundido deseos con necesidades, y creencias con realidad. Pero el sabio no hace eso. El sabio observa lo que sucede y se dice: “Esto ha ocurrido, pero no está en mí quejarme, sino comprenderlo. No está en mí sufrir, sino responder con virtud”.
No llames desgracia a lo que puede ser maestro. No llames castigo a lo que puede ser camino. No llames enemigo a quien te muestra tus propias sombras.
Recuerda esto, discípulo:
“No son las cosas las que perturban al hombre, sino las opiniones que tiene sobre ellas.”
Tu libertad no depende del mundo exterior, sino de tu juicio. Y el juicio recto nace del dominio de ti mismo, de aprender a discernir entre lo que está en tu poder y lo que no lo está.
Deja de decir: “Esto no debería haber pasado”, y comienza a preguntarte:
“¿Cómo puedo crecer a través de esto?”
Porque si transformas tu pensamiento, transformarás tu vida.
Y si dominas tu mente, habrás conquistado el único reino que realmente importa.
Ahora que sabes que el sufrimiento nace de tus pensamientos y no de los acontecimientos, quiero que mires dentro de ti. Observa ese lugar donde nacen tus juicios, donde se decide si algo es bueno o malo, si merece lágrimas o gratitud.
Te daré un ejemplo.
Supón que alguien te insulta. Te dice palabras duras, te mira con desprecio, intenta herirte con su lengua. ¿Qué haces tú? Si reaccionas con ira, es porque crees que su opinión define tu valor. Si te llenas de tristeza, es porque piensas que su aprobación es necesaria para tu paz.
Pero detente, discípulo. Pregúntate:
¿Está en mi poder que otros hablen con virtud? ¿No está más bien en mi poder elegir cómo respondo a sus palabras?
El insulto no es lo que hiere, sino la interpretación que haces de él. Si tú sabes quién eres, si cultivas tu alma como un jardín de sabiduría, ¿qué puede hacerte el veneno de otro? Sólo afecta si tú lo bebes.
He aquí la clave:
Cuando aprendes a gobernar tus pensamientos, puedes atravesar el mundo sin que el mundo atraviese tu corazón.
Cuando cultivas la virtud —la sabiduría, el coraje, la templanza y la justicia— nada externo puede robarte tu paz.
¿Y cómo se aplica esto en tu vida?
📌 Cuando pierdas algo, di: “He perdido una posesión, no mi serenidad. Eso aún me pertenece.”
📌 Cuando alguien te rechace, di: “Su elección no disminuye mi valor. Mi tarea es actuar con nobleza, no complacer a todos.”
📌 Cuando enfrentes una dificultad, pregúntate: “¿Qué parte de mí necesita crecer a través de esto? ¿Qué virtud se me pide practicar ahora?”
📌 Cuando la ansiedad te visite, recuérdale: “Nada ha pasado aún. Y si algo ha de pasar, confiaré en que podré afrontarlo con razón y dignidad.”
Oh discípulo, el crecimiento como ser humano no consiste en evitar el dolor, sino en transformarlo en aprendizaje. No consiste en controlar el mundo, sino en dominar el juicio interior, allí donde el alma decide su destino.
Cada día te ofrece una escuela. Cada encuentro, una prueba. Cada pensamiento, una oportunidad de elevarte o de hundirte.
Tú eliges.
Si sufres, examina lo que piensas. Si quieres paz, educa tu mente. Si deseas libertad, cultiva tu virtud.
Porque el verdadero sabio no es aquel que lo tiene todo, sino aquel que, aun perdiéndolo todo, no se pierde a sí mismo.
Revisa el video completo:
Comentarios
Publicar un comentario